miércoles, 17 de noviembre de 2010

El respeto

El respeto al otro, jo, un ejercicio que engrandece a quien lo practica, y agradece quien lo recibe. Pero es más, el respeto debe ser, a mi juicio el principio que rija todo tipo de relación.

Últimamente estoy prestando especial atención, en parte por que tengo la oportunidad de observar de forma más sosegada, la actitud que tenemos hacia l@s bebés, y cómo el respeto, en la mayoría de los casos, no está en el repertorio de los adultos, cuando nos dirigimos a ést@s.

La mayoría de las personas parten de la premisa de que los bebés son algo así como “proto-personas”, a las que hay que modelar y “educar” para que lleguen a cumplir con éxito su camino hacia la humanidad. Eso nos lleva a creer que nuestra responsabilidad y cometido es decidir lo que está bien y lo que está mal. Hasta ahí correcto, pero también decidimos lo que queremos que digan, hagan, aprendan o coman, en base a premisas y códigos que damos por buenos sin plantearnos.

Me harto a oír a madres y padres decir “hay que compartir” a niños de menos de 2 años (para un niño su juguete es como para ti tu coche o tu casa, así que ya sabes, compártelos con cualquier desconocido), “cariño, di gracias, di por favor, hola, adios, me llamo Manolito”…, como si se tratara de animales de circo que tienen que mostrar todo el repertorio de aprendizajes (adiestramientos)…

Luego tenemos otra versión del show infantil, preguntas super instructivas de la naturaleza de “¿Cómo está la abuela?” (con un gesto indicativo de que está loca) “¿Hasta donde estás de la mami?” (con otro gesto indicando que está hart@, lo cual también es posible, pero mucho me temo que esa no será la forma en que lo transmitiría) y otra multitud de chorradas de envergadura similar.

La inmensa mayoría de las veces te encuentras a niñ@s “pelele”, a los que no se les informa (ya sin valorar si se les escucha o pide) en la mayoría de los gestos cotidianos, como cogerlos en brazos (aunque lloren, deben ser sociables, por más que no tengan ninguna necesidad evolutiva de serlo), meterles el juguetito por los ojos, diciendo “mira que bonito, te gusta, te gusta ¿eh?”, embutir la papilla por la boca como a una gallina, a contra reloj, cambiar pañales sin prevenir de lo fría que está la toallita (imagina que te pasan una toallita por el culete calentito, sin avisar… como mínimo jode…), sacar de la sillita, meter en la sillita, sonar los mocos, quitar legañas, traquetear, subir, bajar, montar en la trona. Multitud de tareas que por mecánicas, al hacerlas sin informar, escuchar o pedir al/a la bebé, contribuyen suprimir a éste/a como sujeto, con sus procesos, sus reacciones, su aprendizaje, y a veces se l@ convierte en un mero objeto.

Cuando aplicas el respeto en las diferentes escenas de tu día a día, en el cuidado de tu hij@, descubres un montón de respuestas en él/ella que le permiten mostrarse de una forma perfectamente competente, y puedes comprobar como se manifiesta de manera natural su personalidad, en forma de respuestas, o de pequeñas decisiones.

Vera, mi pequeña, me dice lo que necesita y cuando lo necesita, a veces de forma explícita, y otras indirecta, pero esa comunicación solo es posible respetando su espacio y sus propios tiempos, en definitiva su forma de manifestar sus necesidades.
Estoy experimentando la práctica de un respeto profundo hacia ella, y eso me está llevando a respetarme más a mí mismo y a los demás. Dejar manifestarse con respeto, te permite conectar de forma más directa con la gente. Os lo recomiendo, y si puede ser empezando por respetar a l@s bebés que tengáis cerca.

Recomiendo leer “Tu hijo, una persona competente” de Jesper Juul.

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